Ardientes vacaciones by Cathryn de Bourgh

Ardientes vacaciones by Cathryn de Bourgh

autor:Cathryn de Bourgh
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Erótico, Novela
publicado: 2014-07-08T23:00:00+00:00


En Londres

Viajaron a Londres de forma separada. Él se fue primero porque sabía que ella no querría que la acompañara.

“Cuídate mucho nena, y no olvides escribir, o llamar… si me extrañas…” le había dicho.

Ella lloró cuando dejó la casa. No podía explicarlo. Era feliz por dejar ese lugar siniestro y embrujado pero no se sentía feliz. Lo extrañaba y no hacía más que pensar, que recordar.

Solo había sido sexo.

Tal vez había sido mucho más que sexo.

Llegar a la ciudad la animó un poco. Su madre le rogó que la llamara y lo hizo sin demora.

Sus amigas estaban muy contentas de su llegada, no hacían más que hablar de chicos.

Buscaría un trabajo, no tenía mucho dinero, y el dinero se acababa y ya no recibiría más mesadas. Debía ganarse el dinero y eso sería divertido, estaba segura.

Los primeros días buscó trabajo mientras recorría la ciudad. Se veía muy animada y no se cansaba de recorrerla.

Se preguntó si él habría encontrado alguna chica para ser su ramera paga, en su apartamento.

Empezaba a extrañarlo y no era simplemente sexo.

Sus amigas le presentaron al primo de uno de los novios de Sussan para animarla.

Un chico alto, guapo, fueron juntos al cine y charlaron pero no pasó nada. No sentía deseos de dormir con desconocidos. No era correcto. El único desconocido con el que había querido hacerlo había sido su guapo hermanastro. Le había gustado mucho, desde el primer momento en que lo vio. Ahora los chicos que le presentaban no le despertaban entusiasmo alguno. Debía ser ella.

Comenzó a trabajar en una cafetería a la semana siguiente. La paga era regular pero alcanzaría. No necesitaba ser esclava sexual de Patrick por el momento…

Lo echaba de menos y sin poder resistirlo lo llamó al día siguiente para avisarle que había conseguido trabajo.

Oír su voz la hizo estremecer.

—¿Dónde estás viviendo?

Anotó la dirección.

—Ven a verme mañana muñeca, el empleo sigue en pie para ti, si quieres… A menos que tengas a alguien nuevo.

—No tengo a nadie nuevo, si lo tuviera ¿por qué crees que te llamaría?—se quejó ella.

Él sonrió. —¿De veras? Qué extraño. Serán todos gays en tu trabajo o…

—Mi madre exageraba y tú también por cierto. Nadie molesta a las meseras, ¿crees que vivimos en el lejano oeste?

Pasó por ella la noche siguiente, la llevó a cenar y escuchó todas las novedades.

Evie no dejaba de mirarlo y apuraron la cena para ir a su auto. Era la primera vez que lo hacía en ese lugar, dentro del estacionamiento y le pareció una locura pero no pudo resistirse y cuando entró él la atrapó y la besó levantando su falda para tocarla. Estaba desesperado y ardía de excitación.

—Aguarda, pueden vernos—Evie siempre decía eso pero terminaba haciéndolo. Así a las apuradas, una cópula rápida y placentera. Fue maravilloso, sorpresivo pero de pronto él se detuvo y le preguntó con expresión furibunda; —¿Has dormido con alguien estos días, muñeca?

Evie se sonrojó, algo que no ocurría muy a menudo.

—No… ¿crees que vine a Londres a buscarme un amante enseguida?

Él sonrió y



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